Recuerdas. Estaba de un lugar a otro, de unos amigos a
otros, de arriba abajo, gritando desde el alma ¡Dónde estás! Desde que empecé a
tener conciencia de esa voz interior, que me confundió ¿Qué es esa voz? ¿De
dónde viene? ¿Soy yo? ¿No es alguien más? ¿Si soy yo, soy dios? Me siento solo
¿Dónde estás? No tengo hermanos. Mamá, le dije, ¿puedo tener un hermano? No, ya
no. Me respondió. ¿Y ahora? ¿Cómo voy a pasar mi vida? ¿Solo? ¿Puedo tener un
perro? ¿Para qué quieres un perro? Me preguntó. Para que este conmigo. Para que
juegue conmigo. No, no quiere perros tu papá en la casa, me respondió. Estoy
solo. Escuchaba otras voces de la radio, hablaban de guerra, de aviones
surcando el cielo, de un presidente, de crisis. ¿Y eso? Salí a la puerta a
asomarme a la calle y ver el cielo. Esperaba ver los aviones. Nada. ¿De qué
guerra hablan? ¿Es otro mundo? Y crecí buscándote. Tienes que estudiar para trabajar,
para tener una casa, para tener una familia, para tener unos hijos, para
cuidarlos, para envejecer, para morir. ¿Qué? Yo lo que quiero es encontrarte,
que estés conmigo, que juegues conmigo, que vayamos juntos a ver el mundo, a
pasear, a nadar, a caminar por ahí. Crecí y seguí solo, buscándote, esperando
que aparecieras, que tuvieras el mismo interés por vivir que yo. ¡Dónde putas
estás! Me angustiaba. Empecé a dar lo que me pedían por un poco de afecto, por
un poco de atención, quizá un día de estos tuviera la suerte de encontrarte. Me
hastié. Cuerpos, piernas, bocas, manos, ojos, y más cuerpos, más piernas, más
bocas, más y más y más. Ninguno eras tú. Estoy harto. Cansado de buscar. Me
empezaron a juzgar. Pero nadie parecía tener el mismo problema. Todos estaban
aparentemente bien. Todos parecían conformarse con sus vidas, tal cual. Yo
seguía sintiéndome incompleto. Todos parecían tener una sola voz. La misma con
la que juzgaban todo tan fácilmente. Conocí el elixir que solucionaba el
problema en parte, olvidarme por ratos de ti. Luces neón, música estridente,
caras desconocidas, inhalar por los poros la música, y bailar, bailar, bailar
hasta la madrugada, hasta la última canción. La semana no tenía sentido hasta
volver al fin, a ponerme inmune ante tu ausencia ¡Dónde estás! Después de todo,
parece que yo salgo sobrando. Que el deseo por amar, claro, cómo yo lo
entiendo, no es de aquí. Y llegaba el fin, y volver a la pista, donde si yo no
encontraba sentido, podía darle sentido a los demás, sus ojos brillaban de
colores, sus vidas encerradas en cuatro paredes parecían tomar relevancia ¿por
qué no unirme? Por lo menos en algo que a ellos si les importa. A mí que
carajos, me importa poco mientras de una u otra forma pueda pasar el tiempo, mientras
de una u otra manera pueda encontrar sentido al tiempo que paso sin ti. Sin embargo, cada que intentaba hacer algo
para poder hacer soportable tu silencio, cada intento se volvía tarde o
temprano en un sinsentido. Luego de la desesperanza, llegaba la rebeldía. ¿Qué
significa estudiar, trabajar, casarse, hacer dinero? Estudiar un idioma,
practicar un deporte, convertir a los hombres, convertirte a una religión,
hablar de política, procurar la salud física, la salud mental, sino estas tú. La
vida sigue, me decían. Si, la vida seguía, así como parecía. Como una planta,
como un árbol, como un rábano engarzado de hojas verdes y porosas, como bello
platanar cargado al que nadie hace caso y su fruto se va cayendo y pudriendo
sin que nadie se los coma. Y una y otra vez, viendo los rostros, creyendo
haberte encontrado resultaba aún más perversa esta vida cuando tratando de
darme una oportunidad con el bien encontrado, tenían otros planes, o los mismos
que me habían indicado pero que yo no acepté: materialismo, dinero, bienes ¿Qué
tienes? ¿Qué ofreces? Que pérdida de tiempo al buscar entre los cuerpos. Nunca
se me ocurrió buscar en el alma. No importa ahora.Tengo la impresión que si
existes, tú sufriste lo mismo en mi encuentro. Te entiendo. Ya deberías saber que te amo y que siempre lo haré.
Recuerda.
Elan Aguilar