*Elan
Aguilar
Aquí se narra la descripción que se encontró en el lugar
sagrado dentro del templo más importante de la más antigua metrópoli en medio
de un sitio agreste de México y que se encuentra resguardado por sus herederos
y guardianes de esta tierra, y que se ha omitido el lugar por obvias razones:
Xiccaqui intlein nimitzilhuia
Venid a escuchar… y enriquecéos con lo que es merecimiento,
el aliento, la palabra. ¿A quién darás honra? Obra, trabaja, recoge leña, labra
la tierra, siembra nopales, siembra magueyes; de eso beberás, comerás, vestirás;
con ello ya te pondrás de pie, con ello
ya vivirás; porque somos el alivio, porque somos el remedio, somos águilas,
somos ocelotes. Con dificultad se vive así en la tierra. Nos es arduo, no es
pesado a nosotros, gente del pueblo, a los que no llegamos, a los que no nos
elevamos, los que no venimos a mostrarnos. Porque mucho se apostema, porque
mucho crece lo que enferma a la gente, lo que la atormenta, lo arduo, lo que
causa espanto. Pero tú harás crecer, harás madurar el atributo del águila, el
atributo del ocelote, sólo con tranquilidad, sólo con alegría. Tu no dañes, no
ensucies la estera, el sitial, la comunidad, la paz. Somos águilas, somos
ocelotes. Enaltece tu atributo. Así esfuérzate mucho, afánate, fortalécete,
date ánimos; así llora, entristécete, así avívate mucho, observa bien porque es
difícil, porque es pesado. No te abandones al decaimiento, no te quedes a la
zaga, no pierdas el gobierno, no pierdas el mando; no te arrojes al agua, no te
arrojes al despeñadero; no desmayes, no desfallezcas. Que el dueño de la tierra
nos ha dado muy poco tiempo.
Año 12, las rutas de navegación ya eran de sobra conocidas
por los chinos y los vikingos, quienes comerciaban con los habitantes pues eran
los alimentos y bebidas que aquí se preparaban de gran valía para los
extranjeros, gente sin mayor interés que el de comerciar y convivir. Entonces
llegó un barco del oriente medio: “Ti kun sus yaa nef a tarek”. Decían ser los
herederos de la tierra porque así se lo había prometido el único dios
verdadero. Mi padre les dijo: no es más dios el que se erige por encima del
dios de Mayakatecatl, Xinatl o los Vikinkatl, todos somos hijos de la tierra.
Pero aquellos hombres tenían en su mirada algo terrible; no eran hombres de armas y no las
necesitaban; decían que su dios les había dado el verbo y con eso bastaba para
torcer voluntades. No la de mi padre.
Esa noche mi padre tuvo una visión: “La posteridad de esos
hombres barbados, será de oscuridad para la tierra, las calumnias, las muertes
y el hambre serán su camino desgastante porque se encuentran perdidos y sin Mí.
Tú y tus descendientes que han labrado esta tierra serán mis testigos que no
hay más dios que el formador, el constructor de la vida. Yo el sol, yo la luz,
yo la luna, yo la faz del cielo. Confía a pesar de todo. Ustedes volverán a ser
mi esplendor”.
Transcurrió el haab y el tzolkin, cuando apareció aquel
hombre de baja estatura y tez blanca que decía querer sólo comerciar con el
pueblo, se hacía llamar Cristóforo . Quizó ocultar su verdadera personalidad
como extranjero del gran continente pero supimos que venía de parte de aquellos
hombres barbados porque no agradaba de comer carne de tapir. Con habilidad se
internó en nuestra tierra hasta la gran Anáhuac tan sólo para dibujar la ruta.
Mi padre lo permitió porque confía en el dador de la vida y su visión que tuvo:
“Ma mochipa in Dios xicmotlazotili”.
“Como nace el día y desaparece, así todo lo humano” escuchaba
hablar a mi abuelo Ixtlapoazcalli, fundador de la gran ciudad Aztlán. “Ante los
ojos del gran Dador todos somos iguales. Y la administración y el gobierno lo
instalé porque ante sus propios ojos, muchos se entienden diferentes. No es mi
querer ni mi intención pero muchos no funcionan sin un rector y esa es la labor
de mi hijo. Queremos seguir unidos. Que ninguno se separe. Que todos conozcan a
su dios.”
Llegó un día, desde donde se acuesta el sol, el hijo del
carpintero, su padre lo acompañaba, y reunido con mi padre y mi abuelo les
decía: ellos –los de su raza- quieren someter a los hombres a través del oro,
de la idolatría, de la lujuria y de la posesión de bienes ya sea por la ley, ya
sea por la fuerza. Son lobos vestidos de ovejas. Sus esfuerzos por lograrlo
sólo ocasionaran dolor y destrucción en muchos lugares. Ustedes manténganse
firmes, ustedes tienen el conocimiento del hombre, de la naturaleza y de la
vida. Porque el que ha sido humillado será ensalzado. Ustedes son la raza
elegida y luz para el mundo. Pruebas duras vendrán, los años pasaran, calumnias
y hasta trataran de dividirlos mezclándose con su raza. Esta escrito que se
restablecerá el orden a través de la conciencia de Dios en nosotros y nosotros
en Dios. Mientras Ixtlapoazcalli, señor de Aztlán, apacienta a tu pueblo.
Se quedaron con nosotros por un buen tiempo. El padre estaba
extasiado de la diversidad de árboles de buena madera, visitó los templos más
lejanos y adornó sus altares y construyó el redondel del consejo de los sabios
y los guerreros: estaban ahí Kuatli, Celotl y Koatl finamente tallados que
daban la impresión de estar vivos. Era un maestro. El hijo nunca perdía su
lozanía ni su irradiante luz a pesar de las muchas lunas entre nosotros. Lo
empezaron a llamar el Maestro Mago. En sus manos las semillas se tornaban
frutos y todos se regocijaron en su presencia. ¿Qué es lo que comen? Preguntó.
Y le llevaron al mercado principal: muchas mazorcas amarillas y blancas,
mazorcas azules, mucho cacao, innumerables zapotillos, anonas, frutas diversas,
zapotes, miel y variedad de peces; plenitud de exquisitos alimentos y daba
gracias al cielo por tal abundancia. Lo invitaban a las asambleas del consejo,
discutían, él meditaba, deliberaban, él meditaba. Entendió nuestro gobierno y
nuestros dioses: gratitud en sus corazones. Una mañana se retiró a la más alta
montaña con los tres más ancianos del consejo: Acutec, Ahau y Caib, fundadores
maestros de nuestros templos y observatorios, sabiduría y ciencia. De vuelta
sólo dijo: he llegado a la región más transparente de los cielos y no volvió a
mencionar más nada. Un día se marcharon
cuando su padre le pidió regresar a casa para pasar con su mujer y su familia. Él
conoció la virgen tierra: montañas con sus laderas multicolor de verduras y
frutas, espesas áreas de verde amarillo de los platanares, ignominiosa
vegetación, el ensordecedor canto de los quetzales y los papagayos, el retumbo
de las cascadas y el rugir de las fieras; y sin embargo su mirada tenía un dejo
de tristeza al partir. Los ancianos lo entendían pero nunca hablaron de ello en
público sólo con mi padre.
Cuando tuve la edad y recibí el permiso de ingresar al
redondel del consejo, fue asombroso mirar los acabados en madera, nosotros
grabamos las piedras, ellos daban vida al leño. Y por primera vez la
oportunidad de ver la inscripción que habían dejado sobre el altar hecho de
piedra del cielo y que nadie hasta entonces había podido grabar: אויבים של אדם הם אלה של ביתו שלו Fue
entonces que mi padre me contó sobre la historia de las entrañas del mundo y
del gran vacío. Estamos aquí y fuimos
los elegidos.
*Elan Aguilar. Autor.
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*Elan Aguilar. Autor.
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