viernes, 24 de mayo de 2013

Xiccaqui intlein nimitzilhuia

(Cuento: Texto completo. DR.)
*Elan Aguilar

Aquí se narra la descripción que se encontró en el lugar sagrado dentro del templo más importante de la más antigua metrópoli en medio de un sitio agreste de México y que se encuentra resguardado por sus herederos y guardianes de esta tierra, y que se ha omitido el lugar por obvias razones:

Xiccaqui intlein nimitzilhuia
Venid a escuchar… y enriquecéos con lo que es merecimiento, el aliento, la palabra. ¿A quién darás honra? Obra, trabaja, recoge leña, labra la tierra, siembra nopales, siembra magueyes; de eso beberás, comerás, vestirás; con ello ya te pondrás de pie,  con ello ya vivirás; porque somos el alivio, porque somos el remedio, somos águilas, somos ocelotes. Con dificultad se vive así en la tierra. Nos es arduo, no es pesado a nosotros, gente del pueblo, a los que no llegamos, a los que no nos elevamos, los que no venimos a mostrarnos. Porque mucho se apostema, porque mucho crece lo que enferma a la gente, lo que la atormenta, lo arduo, lo que causa espanto. Pero tú harás crecer, harás madurar el atributo del águila, el atributo del ocelote, sólo con tranquilidad, sólo con alegría. Tu no dañes, no ensucies la estera, el sitial, la comunidad, la paz. Somos águilas, somos ocelotes. Enaltece tu atributo. Así esfuérzate mucho, afánate, fortalécete, date ánimos; así llora, entristécete, así avívate mucho, observa bien porque es difícil, porque es pesado. No te abandones al decaimiento, no te quedes a la zaga, no pierdas el gobierno, no pierdas el mando; no te arrojes al agua, no te arrojes al despeñadero; no desmayes, no desfallezcas. Que el dueño de la tierra nos ha dado muy poco tiempo.
Año 12, las rutas de navegación ya eran de sobra conocidas por los chinos y los vikingos, quienes comerciaban con los habitantes pues eran los alimentos y bebidas que aquí se preparaban de gran valía para los extranjeros, gente sin mayor interés que el de comerciar y convivir. Entonces llegó un barco del oriente medio: “Ti kun sus yaa nef a tarek”. Decían ser los herederos de la tierra porque así se lo había prometido el único dios verdadero. Mi padre les dijo: no es más dios el que se erige por encima del dios de Mayakatecatl, Xinatl o los Vikinkatl, todos somos hijos de la tierra. Pero aquellos hombres tenían en su mirada algo terrible;  no eran hombres de armas y no las necesitaban; decían que su dios les había dado el verbo y con eso bastaba para torcer voluntades. No la de mi padre.
Esa noche mi padre tuvo una visión: “La posteridad de esos hombres barbados, será de oscuridad para la tierra, las calumnias, las muertes y el hambre serán su camino desgastante porque se encuentran perdidos y sin Mí. Tú y tus descendientes que han labrado esta tierra serán mis testigos que no hay más dios que el formador, el constructor de la vida. Yo el sol, yo la luz, yo la luna, yo la faz del cielo. Confía a pesar de todo. Ustedes volverán a ser mi esplendor”.
Transcurrió el haab y el tzolkin, cuando apareció aquel hombre de baja estatura y tez blanca que decía querer sólo comerciar con el pueblo, se hacía llamar Cristóforo . Quizó ocultar su verdadera personalidad como extranjero del gran continente pero supimos que venía de parte de aquellos hombres barbados porque no agradaba de comer carne de tapir. Con habilidad se internó en nuestra tierra hasta la gran Anáhuac tan sólo para dibujar la ruta. Mi padre lo permitió porque confía en el dador de la vida y su visión que tuvo: “Ma mochipa in Dios xicmotlazotili”.
“Como nace el día y desaparece, así todo lo humano” escuchaba hablar a mi abuelo Ixtlapoazcalli, fundador de la gran ciudad Aztlán. “Ante los ojos del gran Dador todos somos iguales. Y la administración y el gobierno lo instalé porque ante sus propios ojos, muchos se entienden diferentes. No es mi querer ni mi intención pero muchos no funcionan sin un rector y esa es la labor de mi hijo. Queremos seguir unidos. Que ninguno se separe. Que todos conozcan a su dios.”
Llegó un día, desde donde se acuesta el sol, el hijo del carpintero, su padre lo acompañaba, y reunido con mi padre y mi abuelo les decía: ellos –los de su raza- quieren someter a los hombres a través del oro, de la idolatría, de la lujuria y de la posesión de bienes ya sea por la ley, ya sea por la fuerza. Son lobos vestidos de ovejas. Sus esfuerzos por lograrlo sólo ocasionaran dolor y destrucción en muchos lugares. Ustedes manténganse firmes, ustedes tienen el conocimiento del hombre, de la naturaleza y de la vida. Porque el que ha sido humillado será ensalzado. Ustedes son la raza elegida y luz para el mundo. Pruebas duras vendrán, los años pasaran, calumnias y hasta trataran de dividirlos mezclándose con su raza. Esta escrito que se restablecerá el orden a través de la conciencia de Dios en nosotros y nosotros en Dios. Mientras Ixtlapoazcalli, señor de Aztlán, apacienta a tu pueblo.   
Se quedaron con nosotros por un buen tiempo. El padre estaba extasiado de la diversidad de árboles de buena madera, visitó los templos más lejanos y adornó sus altares y construyó el redondel del consejo de los sabios y los guerreros: estaban ahí Kuatli, Celotl y Koatl finamente tallados que daban la impresión de estar vivos. Era un maestro. El hijo nunca perdía su lozanía ni su irradiante luz a pesar de las muchas lunas entre nosotros. Lo empezaron a llamar el Maestro Mago. En sus manos las semillas se tornaban frutos y todos se regocijaron en su presencia. ¿Qué es lo que comen? Preguntó. Y le llevaron al mercado principal: muchas mazorcas amarillas y blancas, mazorcas azules, mucho cacao, innumerables zapotillos, anonas, frutas diversas, zapotes, miel y variedad de peces; plenitud de exquisitos alimentos y daba gracias al cielo por tal abundancia. Lo invitaban a las asambleas del consejo, discutían, él meditaba, deliberaban, él meditaba. Entendió nuestro gobierno y nuestros dioses: gratitud en sus corazones. Una mañana se retiró a la más alta montaña con los tres más ancianos del consejo: Acutec, Ahau y Caib, fundadores maestros de nuestros templos y observatorios, sabiduría y ciencia. De vuelta sólo dijo: he llegado a la región más transparente de los cielos y no volvió a mencionar más nada.  Un día se marcharon cuando su padre le pidió regresar a casa para pasar con su mujer y su familia. Él conoció la virgen tierra: montañas con sus laderas multicolor de verduras y frutas, espesas áreas de verde amarillo de los platanares, ignominiosa vegetación, el ensordecedor canto de los quetzales y los papagayos, el retumbo de las cascadas y el rugir de las fieras; y sin embargo su mirada tenía un dejo de tristeza al partir. Los ancianos lo entendían pero nunca hablaron de ello en público sólo con mi padre.
Cuando tuve la edad y recibí el permiso de ingresar al redondel del consejo, fue asombroso mirar los acabados en madera, nosotros grabamos las piedras, ellos daban vida al leño. Y por primera vez la oportunidad de ver la inscripción que habían dejado sobre el altar hecho de piedra del cielo y que nadie hasta entonces había podido grabar:  אויבים של אדם הם אלה של ביתו שלו  Fue entonces que mi padre me contó sobre la historia de las entrañas del mundo y del gran vacío.  Estamos aquí y fuimos los elegidos.

*Elan Aguilar. Autor.  

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sábado, 18 de mayo de 2013

Mis hermanos



A los que se pudrieron en la cárcel,
los que sueñan con un pedazo de tierra,
los que van por el sueño americano,
los que nada tienen,
los que por la “mona” viven,
los mariguaneros, los borrachos,
los travestis y las prostitutas,
los señalados y los sospechosos,
los vagos y los olvidados,
los indignos y los analfabetas,
los hambrientos y los locos,
los muertos sin razón,
los vivos con razón,
los inconformes y los renegados,
los rebeldes, los campesinos,
los obreros y los de oficios,
los explotados y las victimas,
los que cruzan, con su vida,
el territorio,
mis hermanos del mundo,
los mexicanos.
        Elan Aguilar. 

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jueves, 9 de mayo de 2013

Carta a Fernando


(Cuento: Texto completo. DR.)
*Elan Aguilar


Ya viéndolo a la distancia, aunque quizá no sea la palabra adecuada, corrijo y pido una disculpa, ya pasados los días, he podido reflexionar y bueno, quizá en parte se deba al maltrato que recibí de pequeña, ya sabes, decir que se viene de una familia disfuncional da por concluido cualquier tipo de reflexión más profunda que pudiera devenir en señalamientos a otras razones como la educación pública, la programación religiosa o la programación consumista. Vengo de familia disfuncional y eso deja tranquilo a todos. Pero déjame decir que si estábamos ahí reunidos era con un fin, buscamos la forma de ser escuchados, auxiliados por un ente superior, que nos diera la oportunidad de obtener recursos, porque nos estábamos muriendo de hambre. No íbamos a dedicarnos a hacer cosas ilícitas porque no queríamos darte ese ejemplo, te amamos y lo que queríamos era que al vernos, perdón, que al escuchar de tus padres te sientas orgulloso. Siempre estaba ahí presente la oportunidad: se presentaban a ofrecernos trabajos ilícitos, pero tu padre nunca acepto. Yo menos. Pobres pero honrados, pobres, con hambre, sin servicios públicos, sin casa propia, sin ingreso, sin seguro social, sin cuenta en el banco, sin trabajo fijo, pero nunca malandros hijo. Tú tía fue la que un día me hablo de rezarle a otras deidades para que nos diera todo lo que tú mereces. Sólo queríamos lo mejor para ti. Ya sabes cómo son en los medios, todo lo que quieren es dar la nota, vender sus mugres, llamar la atención del caminante, como la marchanta que grita “¡Pásele güerita! ¡Aquí tenemos sus aguacates bien baratos, dulces y maduros!” Y uno ni esta güerita ni necesita aguacates pero ya te ensartaron uno, perdón, ya te vendieron uno. Así es esa gente que vende noticias, a ellos no les interesa el motivo de la gente para hacer tal o cual cosa, ellos dirán que eso a ellos no les corresponde, pero si les corresponde andar haciendo negocio con la desgracia de la gente y eso no lo ponen en primera plana, no lo dicen. Son peores que uno. Yo te amo hijo. Y bueno, este día me permitieron salir al patio, nos dieron el día libre y me permitieron escribirte esta carta. Y bueno, hijito Fernando, debes saber que lo que sucedió no fue más que la desesperación en la que nos encontrábamos y cuando interrumpías durante los rezos, sentí la angustia de que nuestros ruegos y suplicas ya no fueran a ser oídas y de nada sirviera todo el esfuerzo que hicimos para comprar las velas y los menjurjes que nos pidieron para la limpia. A nadie deseo que pase la desesperación y la angustia de cómo va a vivir cada día y mañana, como nosotros estuvimos. Pero supe cuando naciste que eras nuestra bendición. Nunca hubiera deseado hacerte un daño hijo, pero hoy tras las rejas nada nos falta. Espero que esta carta llegue a ti y te la lean. Tengo entendido que hoy tú también vives con comodidad. Si un día quieres venir a verme, o mejor dicho, visitarme, siempre te estaré esperando. Perdóname hijo por el daño que te cometí.
Te quiere mamá.

*Elan Aguilar. Escritor. Coach de vida. 

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sábado, 4 de mayo de 2013

Juanito



(Cuento: Texto completo. DR.)
*Elan Aguilar




Hola soy Brígida, maestra de primaria y les quiero platicar sobre Juanito, un niño que conocí en tercer grado, un niño de cara triste y de una colonia pobre, con muchas carencias, Juanito en mi clase llegaba puntual, con ropa desgastada pero limpio, nunca con mochila, sólo un cuaderno usado y su lápiz, de vez en cuando con una bolsita con un bolillo relleno de chiles jalapeños en vinagre, era callado, bastante, y empezaba la clase y él no se perdía ninguna de mis palabras. Salía al recreo pero se quedaba cerca del salón, tenía una amiga de clase que lo procuraba, cambiaba con él una de sus tortas de jamón o de huevo, Juanito nunca aceptaba quizá por pena, pero su amiga le decía que no fuera así con ella, que a ella le gustaba mucho la torta de chile pero que en su casa no le permitían comerlo, termina accediendo ante la petición. Cuando no llevaba nada, ella le compartía una mitad porque una entera nunca le aceptaba “ándale, ayúdame ya estoy llena y si regreso con comida me regañan” y él le ayudaba. Yo me hice de la vista gorda en muchos aspectos de los puntos que nos pide el programa escolar y en lo que estaba a mi alcance lo procure. En mi casa me habían enseñado principios como la piedad y otros valores que me hicieron inclinarme por la enseñanza pública. “Oiga maestra Brígida”, me llamó el director una ocasión “Juanito ya tiene el cabello muy largo, que se lo corten o mañana no lo deje entrar a clase”, “Si profesor, yo le aviso”, Jimena, que así se llama la amiga de Juanito, había escuchado el comentario del director y antes de salir de clases se me acerco para decirme “maestra, ¿me permite cortarle el cabello a Juanito?” Sentí un nudo en el estómago, una niña de ocho años podía sentir más empatía por otro niño que un adulto. Y ahí estábamos las dos, cortándole el cabello a Juanito dentro del salón para que no fuera a vernos el director. Pasaron a cuarto año y tuve un mal presentimiento, sé que muchos compañeros están más preocupados por cumplir los requerimientos de un programa que de enseñar, por temor a perder su trabajo, pues con la reforma educativa, aparecieron “supervisores” que sólo se encargan de ir a palomear un formato oficial con los puntos a cubrir. Sólo apariencias. Juanito empezó a tener problemas, la nueva maestra de cuarto un día le dijo “¿Qué es esto? ¡Pedí el cuaderno forrado y una pegatina con su nombre! Esto no me sirve.” Y le arrojó el cuaderno “¡Tómalo!”. Jimena y otros compañeritos, me fueron a ver para pedirme un pliego de papel a color para forrar su cuaderno. Ella le prestó la pegatina. Cierto día, Juanito no se presentó a la escuela durante dos semanas: “¿Por qué faltaste Juanito?” le preguntó su maestra, de cuyo nombre prefiero no recordar, “estuve enfermo maestra”, “¿Y tú justificante medico?”, “¿Qué es eso maestra?”, “En el recreo te vas a la dirección, estas expulsado”. Jimena fue a decirme lo ocurrido y me pidió la acompañara a hablar con el director, le parecía injusto. Llegamos a la dirección y Jimena habló: “Señor director, lo que están haciendo con Juanito es injusto. Él estuvo enfermo y no fue al doctor porque no tiene para pagar uno. Sólo espero a componerse. Él vive sólo con su abuelita, y ella trabaja vendiendo chicles en el zócalo, no es justo que lo quieran expulsar”. Juanito miraba el piso. Yo miraba al director, que por un momento pensé que le diría “No te preocupes, Juanito”, pero no fue así. “Regresen a su salón” les dijo, “¿Y usted maestra Brígida, qué se le ofrece?”, “A mi nada, con su permiso”, y nos retiramos los tres. Algo paso por la mente de Juanito esa ocasión, quizá tomo conciencia de su situación, quizá no quería darle mayores preocupaciones a su amiga o simplemente la reforma no estaba hecha para niños como Juanito. Después de cuatro meses, Juanito abandono la escuela. Jimena y sus amigos continuaron. Pasaron a sexto año y yo también. Me dieron sexto grado y estaba muy contenta de ver a este grupo de niños que se habían ganado mi afecto. Un día, al terminar las clases, salimos de la escuela y estábamos esperando el autobús, cuando varios niños empezaron a gritar: “¡Jimena, Jimena, ahí está Juanito, ahí está Juanito!” señalando el interior del vehículo. Todos subimos inmediatamente y Jimena por delante, Juanito llevaba una guitarra, cantaba en los camiones. Todos lo abrazamos. 

*Elan Aguilar. Escritor. punto.   
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miércoles, 1 de mayo de 2013

Toma de rectoría




Sólo fueron necesario 12 días de la toma de rectoría para obtener ciertas observaciones:

1-      Que la intolerancia es parte de la personalidad de varios conductores de noticieros, de radio o  tv, pues sin ser parte del problema, a saber: rectoría y estudiantes, se atrevían a pregonar al aire su falta de sano juicio: “¿¡Cómo puede ser posible que no pongan tras las rejas a esos vándalos!?”.
2-      Que el oportunismo es otra característica  de estos mismos medios, que aprovechaban para escribir columnas tales como: “La impunidad reina en México” haciendo alusión a los movimientos de alumnos de rectoría y de los maestros en contra de la reforma educativa de la cámara de senadores. Y no tienen la claridad para mencionar la impunidad de otras esferas y de mayor antelación.
3-      La hipocresía de algunos conductores de noticieros, que apelaban al “nacionalismo” y defender el “patrimonio” como los murales de Siqueiros “¡Hicieron una fogata cerca del mural de Siqueiros!”. Cuando ellos mismos callan ante la destrucción de otros murales y patrimonios como lo fue el Casino de Selva de Cuernavaca y tantos más.
4-      La falta de liderazgo del rector José Narro, que anteponía el uso de la ley al dialogo y a la autonomía universitaria
5-      La facilidad con que prejuzgamos sin causa de conocimiento y descalificamos: “vándalos”, “pseudo-estudiantes”, “porros”, etc.   
6-      La inteligencia de los estudiantes involucrados que evitaron la provocación, con bases repelieron los cuestionamientos, que mostraron ser fieles a su causa a pesar del “manoseo” informativo, ser los prudentes y los que escuchan ante la opción de retirarse y continuar su petición o lucha a través de la participación de la comunidad universitaria.
                                 Elan Aguilar.
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