País de cojos (Cuento. Texto completo)
Elan aguilar*
Me gustaría empezar enumerando
los beneficios de la reforma educativa, de La, no, de una, de alguna, pero que
les puedo decir yo, un hombre sin atributos. Sólo me queda narrar lo que
sucedió allá en el pueblo de, cuyo nombre prefiero reservarme porque en este
país todos los pueblos se parecen y la educación también. Aclaro, llámese
pública o privada, la diferencia es sólo la marmaja que se paga. La escuela
llevaba el nombre de un personaje celebre, ponga uste´ el que guste, hoy ya no
tienen tiento ni recato para poner el nombre de cualquier fulano. Un grupo de
niños de una escuelita un día tuvieron
la osadía de aventarse del techo del salón. Todos, aquel día llevaron un
paraguas como acordaron: pretendían volar. Niños de campo al fin, eran amantes
y admiradores de los pájaros. Alfredo le gustaba el gorrión, a Juan el
petirrojo, a Hilda las palomas, a Tito la urraca, a Elizabeth el cuervo y a
Gerardo la golondrina, eran las aves su signo de alegría, de libertad, de
alcanzar alturas donde nadie puede llegar, de escabullirse del peligro, de
pasar a la intemperie sin ropa, casi como ellos, y nunca verlos pasar hambre.
Quedaron todos por azar o por no, con una de sus piernas incapacitadas. Les
decían Los cojos. “¡Ahí vienen los cojos!” les gritaban el resto de sus
compañeritos y ellos reían, con una sonrisa triunfante y de gozo. Ya se habían
acostumbrado al relajo de sus compañeros y sobre todo, su deseo de volar como
aquellos pájaros seguía intacta. Maestra, le decían en clase, ¿puede decirnos
de que familia es el gorrión? Maestra ¿cómo obtienen ese color en sus plumas?
Maestra ¿Cuándo llueve, no se mojan? La maestra, muchas ocasiones perdió la
cabeza, decía que le interrumpían su clase. Su actitud cambio hacia ellos
después de aquel incidente, empezó a creer en ellos y en su interés por los
pájaros. Los cojos eran los mejores clientes de doña Anita, la señora que
vendía comida en la barda de la escuela. Siempre eran Los cojos los que
acababan con su bolsa de semillas. La maestra les preguntó ¿Por qué comen tanta
semilla? “Nos estamos preparando maestra, un día esto será nuestro único
alimento”. La maestra preocupada por ellos, mando llamar a los padres para
ponerlos al tanto y pedir su opinión. ¿Tienen algo que decir al respecto? Les
dijo. Muchos de ellos sólo la escucharon hablar y no encontraban nada que no
fuera natural, entendían a sus hijos, eran niños fue la respuesta de algunos, o
quizá ellos en su interior anhelaban lo mismo. Una mañana, en el salón la
maestra les observó ¿Qué se han hecho en su nariz? Les noto diferente. Si
maestra, nuestra nariz es más larga y más fuerte, respondieron. A la mañana
siguiente, en el recreo, Los cojos entraron corriendo al salón buscando a su
maestra. ¡Maestra! ¡Maestra! La maestra los vio acercarse y no daba crédito.
¡Mire maestra, nos están saliendo alas! grito Tito, ¡Maestra, mis piernas son
cada vez más delgadas! dijo Hilda, ¡Ya vio mi nariz maestra, ahora es larga y
amarilla! comentó Juan y Elizabeth alcanzó a decir ¡Maestra somos… ¡Criik!
¡Craak! Los cojos empezaron a arremolinarse hacia la puerta, finalmente se
convirtieron en pájaros y juntos emprendieron el vuelo. La maestra jamás volvió
hablar de ello pero cada día en la escuela, se le veía hablar con ternura a los
pájaros.
*Elan Aguilar (1º Sep). Escritor.
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