"Un mismo amor mueve
las almas y las estrellas"
José Vasconcelos
A Fernandito, mi niño.
El cuarto olía a pólvora. No
podía ser de otra manera. Todo el tiempo, todos los años, siempre. El único
camino, el único modo, el único sentido, de ver, de sentir, de vivir la vida de
mis amados silvestres. Los seres brillantes, indómitos, del planeta Blhu.
¿Qué paso mi Fer? Me preguntaba
una y otra vez. ¿Cómo sucedió? ¿Cómo? Yo recuerdo todo espeso de vegetación, de
rosa, rojo, amarillo, verde jade. No pasa nada. Me repetía para mis adentros
tratando de recordar la imagen de Alison.
Cuando mis padres me enviaron a
visitar el campo de Adela, sabía que encontraría algo distinto a lo que conocía
hasta hoy del planeta Blhu. Algo distinto a oscuridad, apatía, pereza, avidez,
algo que hasta ese día yo mismo desconocía. Eran las fechas de fin de
calendario y yo caminaba con sigilo hasta el campo de Adela.
La discreción era necesaria. Los
silvestres estaban a salto de mata. Esperando la oportunidad, cualquier
distracción. Por lo regular aparecían por la noche, eran seres oscuros. Pero
con el tiempo perdieron el miedo ¿o el respeto? hacia la luz. Por supuesto,
caminaba con miedo, pero caminaba. Finalmente alcanzaba a ver el campo de
Adela. Suspiraba, recordando que faltaba el regreso.
El campo estaba lleno de
Paxhutzil, era un mar amarillo, que ondeaba con el viento ¿a qué hora me
cubrirá la ola de su aroma? El olor me inundaba de paz, de recuerdos gratos, de
abrir los ojos por primera vez y ver a mi madre, de olvidarme por completo de
la angustia que me ocasionaban los indómitos. Adela me toco el hombro para
llamar mi atención ¿Qué es lo que ves Pedro?
¿Qué edad tenía? No lo sé, a veces me daba estragos la noche, otras me sonreían mujeres, otras me
ponía como loco jugando con Drago y muchas caía cansado por la noche. Pero la
edad suficiente para llevar un manojo grande de Paxhutzil en las manos. Madre
me esperaba y lo único que lo podía evitar sería que me atajaran los seres
brillantes, con sus artilugios, confundirme con su lengua larga, con monedas de
oro, con sus trajes, con su yerba santa.
Siento frio. Me tomo la noche. O
me tomaron los silvestres. Aún no sé donde me encuentro. Quisiera gritar pero
no puedo. Madre esperaba el manojo. Marchitado entre mis manos. Cerraba los
ojos tratando de recordar a Alison. ¿O estaban abiertos? Pienso que camino
lentamente. No veo una sola luz. ¿Adela, puedes venir por mí? Es solo un deseo.
No me escucha. Madre tendrás que esperar. Me he entumido. Necesito descansar.
Elan Aguilar.