lunes, 11 de junio de 2012

Hacia la luz.


                                                                                  "Un mismo amor mueve 
                                                                                   las almas y las estrellas"
                                                                                        José Vasconcelos

                                                                                  A Fernandito, mi niño.


El cuarto olía a pólvora. No podía ser de otra manera. Todo el tiempo, todos los años, siempre. El único camino, el único modo, el único sentido, de ver, de sentir, de vivir la vida de mis amados silvestres. Los seres brillantes, indómitos, del planeta Blhu.

¿Qué paso mi Fer? Me preguntaba una y otra vez. ¿Cómo sucedió? ¿Cómo? Yo recuerdo todo espeso de vegetación, de rosa, rojo, amarillo, verde jade. No pasa nada. Me repetía para mis adentros tratando de recordar la imagen de Alison.

Cuando mis padres me enviaron a visitar el campo de Adela, sabía que encontraría algo distinto a lo que conocía hasta hoy del planeta Blhu. Algo distinto a oscuridad, apatía, pereza, avidez, algo que hasta ese día yo mismo desconocía. Eran las fechas de fin de calendario y yo caminaba con sigilo hasta el campo de Adela.

La discreción era necesaria. Los silvestres estaban a salto de mata. Esperando la oportunidad, cualquier distracción. Por lo regular aparecían por la noche, eran seres oscuros. Pero con el tiempo perdieron el miedo ¿o el respeto? hacia la luz. Por supuesto, caminaba con miedo, pero caminaba. Finalmente alcanzaba a ver el campo de Adela. Suspiraba, recordando que faltaba el regreso.

El campo estaba lleno de Paxhutzil, era un mar amarillo, que ondeaba con el viento ¿a qué hora me cubrirá la ola de su aroma? El olor me inundaba de paz, de recuerdos gratos, de abrir los ojos por primera vez y ver a mi madre, de olvidarme por completo de la angustia que me ocasionaban los indómitos. Adela me toco el hombro para llamar mi atención ¿Qué es lo que ves Pedro?

¿Qué edad tenía? No lo sé, a veces me daba estragos la noche, otras me sonreían mujeres, otras me ponía como loco jugando con Drago y muchas caía cansado por la noche. Pero la edad suficiente para llevar un manojo grande de Paxhutzil en las manos. Madre me esperaba y lo único que lo podía evitar sería que me atajaran los seres brillantes, con sus artilugios, confundirme con su lengua larga, con monedas de oro, con sus trajes, con su yerba santa.

Siento frio. Me tomo la noche. O me tomaron los silvestres. Aún no sé donde me encuentro. Quisiera gritar pero no puedo. Madre esperaba el manojo. Marchitado entre mis manos. Cerraba los ojos tratando de recordar a Alison. ¿O estaban abiertos? Pienso que camino lentamente. No veo una sola luz. ¿Adela, puedes venir por mí? Es solo un deseo. No me escucha. Madre tendrás que esperar. Me he entumido. Necesito descansar. 
                                                                                                    Elan Aguilar.