lunes, 19 de marzo de 2012

CLARABOYA de Saramago


Sonia Ávila. Excelsior.

En alguna ocasión José Saramago (Azinhaga, 1922-Lanzarote 2010) afirmó que todo ser humano tiene un tesoro escondido. El suyo estuvo por seis décadas oculto en un manuscrito, dedicado a  su abuelo Jerónimo Hilario.
Es Claraboya una novela que escribió en 1953 y envió a una editorial para su publicación, pero ésta lo ignoró. Al sentirse humillado, el Premio Nobel de Literatura 1998 decidió jamás publicar el relato mientras viviera, aunque no se negó a que en algún momento viera la luz, pues de lo contrario “hubiera quemado el único manuscrito”.
A dos años de la muerte del autor de Ensayo sobre la ceguera, Pilar del Río, su esposa, tradujo al español la novela para publicarla bajo el sello Alfaguara, en un recordatorio de que Saramago aún tiene mucho por ofrecer.
Claraboya, aseguró Del Río en videoconferencia, se trata en realidad de la puerta de entrada a un Saramago total, una oportunidad para adentrarse a sus preocupaciones, una novela, pues, imprescindible para quienes deseen conocer al escritor en todos sus declives.
“En este libro está contenido todo el Saramago, sus preocupación éticas, sus gustos, sus devociones, demuestra un Saramago completo y pienso que es completamente imprescindible para aquellos que quieren conocer al autor cuando joven, que el autor cuando joven es el mismo que el que escribió Caín”, dijo la también presidenta de la Fundación que lleva el nombre del literato.
Y es que a pesar de ser una novela temprana en su trayectoria literaria, Saramago desarrolló, en las casi veinte novelas que escribió, los mismos temas, personajes y escenarios que componen Claraboya y, sobre todo, muestra su voz lúcida, solidaria y compasiva sobre la clase proletaria de su natal Portugal.
“Él sólo escribía de las personas que conocía, del mundo que vivió y vivió una situación de extrema pobreza hasta que poco a poco fue haciendo que las acciones de su vida le resultaran más favorables, pero de todas maneras su gente era la gente de mucho sentir y poco temer”, apuntó Del Río.
Tal vez a ello responda que el relato se desarrolle en Lisboa de 1952, bajo la dictadura de Antonio de Oliveira Salazar, en medio de un vecindario popular que comparten seis familias. Y como si Saramago estuviera sobre un techo de cristal “espiando” a los habitantes, narra desde la rutina hasta las angustias más entrañables de sus protagonistas.
Utopías, desesperanza, amor, desamor, frustraciones, nostalgias y malos tratos tejen las historias de las seis familias que se vinculan por enredos burdos. Bien podrían ser cualquier persona del mundo actual.
“Son las mismas personas que siguen existiendo en Lisboa y en todas las Lisboas del mundo, esa gente que por la mañana va al trabajo, que vuelve por la tarde, que cuenta todos los días los céntimos para poder vivir y permanecer. Ya no es la misma Lisboa, pero sí son personajes vigentes”, señaló.
Así, mientras es un retrato de la gente humilde, la novela también es un somero encuentro de Saramago y sus placeres. Con la música de Beethoven, la literatura de Shakespeare o la de Cervantes, la filosofía de Diderot y,  al mismo tiempo, una crítica a la dictadura de Salazar.
Para escribirla, el también dramaturgo, poeta y cronista puso “toda la carne al asador”, confesó Del Río. En un cuaderno de notas, todos los días Saramago escribía el desarrollo de la historia: qué personajes debían salir y cuáles entrar a escena, cuál era el salario mínimo, el precio de los alimentos y qué hacía la gente de esa época. Todo lo anotaba.
Por ello cuando la editorial ni siquiera respondió la propuesta de publicar el texto e incluso tardó 40 años en devolverle el manuscrito, Saramago optó por el silencio literario.
“Él sabía que el libro no estaba mal y por eso representaba un daño, una humillación. Hoy la novela me parece es un antídoto para sobrellevar esta época tan difícil, tan cargada, pienso que en este libro podemos aprender que pese a todas las dificultades, podemos obtener felicidad de los pequeños momentos”.
“No hay más novelas”
Pilar del Río aseguró que ya no existen novelas inéditas de su esposo, José Saramago, para publicar. Después de Claraboya, sólo la novela Tierra de pecados podría publicarse en español, aunque ya existe en portugués.
Por ello, la Fundación que lleva el nombre del autor de El evangelio según Jesucristo se dedicará a rescatar las obras de teatro y los ensayos académicos que el literato escribió a lo largo de su vida.
“No hay ningún otro texto acabado de Saramago, como una novela formal sólo para editar ya no hay, no estaremos sacando un texto tras texto. Hay algunas obras de teatro que trataremos de rescatar”, añadió la viuda del escritor.