Después de 75 años de aquella
expropiación petrolera mexicana, uno escucha la retórica oficial y no oficial
dando tumbos y desgarrándose las vestiduras por aquel acontecer pero ¿Qué sucedió
antes y qué sucedió después? Parece que la frase “Panem et circenses” creada por el poeta latino Juvenal seguirá
vigente “Ad infinitum” o hasta que los hombres se vea a los ojos como iguales.
¿Qué sucedió antes? Parte de esa historia la podemos encontrar en la novela
histórica “La Rosa Blanca” de B. Traven, donde el personaje propietario de una
tierra de cultivo es despojado de la misma por las trasnacionales del petróleo,
él busca ayuda de la autoridad local, luego la estatal y hasta llegar al
presidente sin respuesta pues se encontraban en sincronía gobierno y empresas.
¿Qué paso después? Disculpe usted si no ofrezco alguna fuente de consulta, y
sólo mencionaré ciertas circunstancias actuales como que después de 75 años no
hay una sola refinería cuando estas ya existían o se empezaban a construir cuando
se llevó a cabo la expropiación; que la riqueza que se esperaba produjera a la
nación quizá fue mal repartida porque hoy el gobierno puso en marcha un
programa contra el hambre; hay incremento de delincuencia y violencia por la
grandes necesidades básicas de las mayorías no resueltas.
Dejando de lado los 75 años, existen los 500 años o más de otra
institución en México y quizá igual o más grave, pero dejemos que B. Traven nos
lo cuente, y que así describe la vida en Chiapas: “Muchachos y muchachas
trabajaban de cinco de la mañana a diez de la noche. No siempre el trabajo era
duro, pero ellos tenían que estar en todo momento ocupados y listos para atender
al amo en cuanto éste lo necesitara. No debían tener una sola hora de
esparcimiento en el día, por lo menos eso era lo que sus amos pensaban, y el
hecho de mandarlos a la escuela constituiría no solamente una locura, sino un
pecado. Sería una locura porque podría resultar que el indio llegara a saber
más y a tener una mayor habilidad que el hijo del amo, quien lo más que
perseguía en la escuela era aprender a leer y a escribir; y un pecado, porque
la Iglesia no está a favor de la cultura de los indios. La Iglesia desea que la
niñez indígena se conserve en su inocencia e ignorancia para que de ella sea el
reino de los cielos; una vez que un indio es cultivado, nadie puede decir hasta
dónde llegará. El caso del indio Benito Juárez no ha sido olvidado y su memoria
se encuentra fresca todavía…, confiscó las riquezas de la Iglesia.” “Todo
aquello era justo: era la ley apoyada por los decretos del cielo y de la
Iglesia, porque los dioses son parientes consanguíneos de los patrones, pero no
tienen ninguna relación con los indios. La cosa era así y no podía ser
alterada. Así había sido y así sería siempre. Los peones no sabían de algo
mejor.” “Cientos de miles, por no decir millones de gentes de la clase más
pobre en México, no tienen segunda camisa que ponerse y no saben lo que es un
par de zapatos, pero siempre dispone de dinero para comprar cohetes que quemar
en los festejos religiosos, y así es lanzado al viento el dinero que tanto
necesitan para llenar las más urgentes necesidades de su vida, en honor de una
Iglesia que nunca les aconseja respecto a la mejor forma de emplear su dinero y
les permite gastar hasta el último centavo en ceras para iluminar los altares
de los santos”. “Los indios eran conducidos aún más lejos por su necesidad de
distracción, pues hasta sus funerales los celebraban con danzas. En medio de la
pieza más grande de la casa se colocaba el ataúd con el cuerpo. Si la familia
podía dilapidar algunos pesos llamaba al cura, para que lo bendijera y lo
rociara con agua bendita. Si no lo tenían, renunciaba a llamarlo, porque ningún
cura hace algo de balde, no puede hacerlo.” (La Carreta.)
Pero ¿quién fue B. Traven? Muchos, y aún en la red (web) el buscador da
el resultado como Bruno Traven, pero la realidad es que se desconoce su
verdadero nombre de pila, y sólo se sabe que era Traven Torsvan por su
credencial como corresponsal y fotógrafo para revistas de Estados Unidos. Sin
embargo sus propias palabras nos permiten entrever la nobleza del escritor y
que dicho sea de paso, ojalá fueran tomadas en consideración por escritores jóvenes,
no tan jóvenes e intelectuales con credencial autorizada, que sólo buscan
reflectores para alumbrar el diminuto ego que no se percibe a simple vista: “Yo
estoy cumpliendo con mi deber para con la humanidad, como siempre he cumplido
con él, de obrero, de marino, de explorador, de profesor en granjas
inaccesibles y ahora de escritor. No creo ser una persona que deba ocupar el
centro de un escenario”. “Espero que finalmente se comprenda lo que quiero
decir: no deseo abandonar mi vida de ser humano ordinario que vive, sencillo e
ignorado y quiero poner mi parte para que las autoridades y el culto a las
autoridades puedan desaparecer, para que todo hombre pueda fortalecer en sí
mismo la conciencia de que él es exactamente tan indispensable e importante
para la humanidad como cualquier otro hombre, sea lo que sea que trabaje. Deseo
dejar algo bien claro: la biografía de una persona creadora carece totalmente
de importancia. Si esta persona no es reconocible en sus obras, entonces no
vale nada. Por consiguiente, la persona creadora no debe tener otra biografía
que sus obras.”
Añado que la palabra obras, por si queda duda, no se refiere únicamente a “obras literarias”
sino a los actos, las acciones, las obras de los hombres, pues todos somos
creadores a partir del acto o la acción.
Elan Aguilar.