viernes, 4 de enero de 2013

Ya sabré siempre cómo encontrarte



Ya sabré siempre cómo encontrarte.  (Cuento. Texto completo)
*Elan Aguilar

Camino a lo largo de unos pasillos irreconocibles y angostos, varios cuartos, una casa de dos pisos y la planta alta, alta en verdad, para llegar hay que subir unas escaleras interminables, la casa parece abandonada o si la habitan mis familiares me han abandonado. Escucho un lamento, un gemido, una voz que igual que yo, se escucha abandonada y dolida, con una gran necesidad y no sé de qué, mi angustia me dice que es de auxilio, de ayuda. Yo soy el único ahí y me siento igual excepto que me encuentro caminando y esa voz se escucha aún más débil que mi ánimo. Recorro los muchos cuartos de la planta baja ¿dónde estás? Subo las escaleras y con cada escalón mi angustia aumenta, parece que no llegaré a tiempo para darle ayuda a quien aún sigue ahí, pidiéndola. Tengo temor. Siento frio y me siento perdido.

Con que facilidad podemos decidir quitarle la vida a un ser vivo, por las razones y apreciaciones que quieran, si es diminuto, si no sirve de nada más que dar molestias, si nos es desagradable a la vista o si lo consideramos peligroso, o simplemente por placer, deporte o gusto. Y ahí vamos aplastando cucarachas, moscas y mosquitos, matando abejas, tijerillas, palomitas, envenenando hormigas, alacranes y arañas, cazando elefantes y vida silvestre. Con igual pasmo, reaccionamos ante la vida de los Hombres. 

Llego a la planta alta recorro el inmenso pasillo cubierto de alfombra, una alfombra que no debería estar ahí ¿quién la cuida? ¿Para qué una alfombra si a nadie cobija? Por lo menos no a mí que cada vez más mi inunda un miedo desde los pies cuando oigo nuevamente ese lamento y parece llegar desde abajo. No juegues conmigo y permíteme ayudarte, quisiera gritarle pero no puedo, la angustia no me lo permite.

¿Qué comparten todas las cosas que llamamos perros? La perrez.  Todos andan buscando oler la orina o el excremento de otros perros, como si fuera la forma más inmediata de conocer a los demás de su especie. Y todos igual dejando su orina en cualquier poste o hierba que encuentren por su caminar, esperando que otros les conozcan. Si algo de esto dejarán de hacer serían cualquier otra cosa menos perros.  ¿Qué comparten todos aquellos que llamamos Hombres?

¡No! Es la negación la primera en manifestarse de mi boca hasta entonces muda. Negar que puedas existir porque no te encuentro, negar que lo que estoy viviendo pueda ser real, negar que pueda encontrarte cuando ya no sea necesario, negar que no pueda terminar de recorrer la casa, negar de la casa con sus paredes que nos dividen. Sería más sencillo encontrarte si viviéramos en un cuarto, siempre ahí para saber que estas bien.

Cuando comparten su afán por imponer a los demás su creencia en tal dios, en tal dirigente, en tal partido, en tal doctrina, en tal grupo, en tal marca, en tal posesión, en tal puesto, en tal ganancia, en tal tecnología, se vuelven Hombres, son Hombres pero no Humanos, todavía.

Corro al bajar las escaleras y se me hacen una eternidad. La luz del día se ha vuelto tenue y entra por los ventanales con temor igual que el mío de no encontrar a nadie. Al bajar el último peldaño me quedo estupefacto. Las escaleras dan hacía la sala inmensa y vacía, un solo sillón en la esquina y tú estás ahí, siempre lo has estado, me ves con tu ojos pequeños y abiertos, tu mirada que clama mi presencia, con tu boca abierta de dolor, y yo te veo con el recuerdo de los años en que me tomabas de la mano y me llevabas a conocer el mundo ¿yo te he abandonado o hay alguien más? ¿Tan sólo somos los dos? Veo tu cuerpo frágil, tengo miedo de abrazarte, de cargarte, de levantarte, sin embargo debo hacerlo en contra mía, algo me dice que tu cuerpo se ha vuelto quebradizo, y tu mirada reclama mis brazos y mi ser se niega a aceptar lo inexorable. ¡No! Es la negación y mi único grito de dolor, de un dolor profundo, lastimoso, eterno. Has muerto entre mis brazos o por mis brazos, fue mi fuerza que acabo con tu hálito de vida o fue que llegue tarde. La casa ya no es más, ni el sillón, ni el cuarto vacío, ni este nuestro mundo sin tu presencia.

*Elan Aguilar (1º-sep). Escritor, cuentista, poeta y guionista morelense.
Si te gusto esto, tal vez te interese esto: ¿ALGUNA VEZ ALGUIEN ESCUCHARÁ MI HISTORIA?