Ya sabré siempre cómo
encontrarte. (Cuento. Texto completo)
*Elan Aguilar
Camino a lo largo de unos
pasillos irreconocibles y angostos, varios cuartos, una casa de dos pisos y la
planta alta, alta en verdad, para llegar hay que subir unas escaleras
interminables, la casa parece abandonada o si la habitan mis familiares me han abandonado.
Escucho un lamento, un gemido, una voz que igual que yo, se escucha abandonada
y dolida, con una gran necesidad y no sé de qué, mi angustia me dice que es de
auxilio, de ayuda. Yo soy el único ahí y me siento igual excepto que me
encuentro caminando y esa voz se escucha aún más débil que mi ánimo. Recorro
los muchos cuartos de la planta baja ¿dónde estás? Subo las escaleras y con
cada escalón mi angustia aumenta, parece que no llegaré a tiempo para darle
ayuda a quien aún sigue ahí, pidiéndola. Tengo temor. Siento frio y me siento
perdido.
Con que facilidad podemos decidir
quitarle la vida a un ser vivo, por las razones y apreciaciones que quieran, si
es diminuto, si no sirve de nada más que dar molestias, si nos es desagradable
a la vista o si lo consideramos peligroso, o simplemente por placer, deporte o
gusto. Y ahí vamos aplastando cucarachas, moscas y mosquitos, matando abejas,
tijerillas, palomitas, envenenando hormigas, alacranes y arañas, cazando
elefantes y vida silvestre. Con igual pasmo, reaccionamos ante la vida de los
Hombres.
Llego a la planta alta recorro el
inmenso pasillo cubierto de alfombra, una alfombra que no debería estar ahí
¿quién la cuida? ¿Para qué una alfombra si a nadie cobija? Por lo menos no a mí
que cada vez más mi inunda un miedo desde los pies cuando oigo nuevamente ese
lamento y parece llegar desde abajo. No juegues conmigo y permíteme ayudarte,
quisiera gritarle pero no puedo, la angustia no me lo permite.
¿Qué comparten todas las cosas
que llamamos perros? La perrez. Todos
andan buscando oler la orina o el excremento de otros perros, como si fuera la
forma más inmediata de conocer a los demás de su especie. Y todos igual dejando
su orina en cualquier poste o hierba que encuentren por su caminar, esperando
que otros les conozcan. Si algo de esto dejarán de hacer serían cualquier otra
cosa menos perros. ¿Qué comparten todos
aquellos que llamamos Hombres?
¡No! Es la negación la primera en
manifestarse de mi boca hasta entonces muda. Negar que puedas existir porque no
te encuentro, negar que lo que estoy viviendo pueda ser real, negar que pueda
encontrarte cuando ya no sea necesario, negar que no pueda terminar de recorrer
la casa, negar de la casa con sus paredes que nos dividen. Sería más sencillo
encontrarte si viviéramos en un cuarto, siempre ahí para saber que estas bien.
Cuando comparten su afán por
imponer a los demás su creencia en tal dios, en tal dirigente, en tal partido,
en tal doctrina, en tal grupo, en tal marca, en tal posesión, en tal puesto, en
tal ganancia, en tal tecnología, se vuelven Hombres, son Hombres pero no
Humanos, todavía.
Corro al bajar las escaleras y se
me hacen una eternidad. La luz del día se ha vuelto tenue y entra por los
ventanales con temor igual que el mío de no encontrar a nadie. Al bajar el
último peldaño me quedo estupefacto. Las escaleras dan hacía la sala inmensa y vacía,
un solo sillón en la esquina y tú estás ahí, siempre lo has estado, me ves con
tu ojos pequeños y abiertos, tu mirada que clama mi presencia, con tu boca
abierta de dolor, y yo te veo con el recuerdo de los años en que me tomabas de
la mano y me llevabas a conocer el mundo ¿yo te he abandonado o hay alguien
más? ¿Tan sólo somos los dos? Veo tu cuerpo frágil, tengo miedo de abrazarte,
de cargarte, de levantarte, sin embargo debo hacerlo en contra mía, algo me
dice que tu cuerpo se ha vuelto quebradizo, y tu mirada reclama mis brazos y mi
ser se niega a aceptar lo inexorable. ¡No! Es la negación y mi único grito de
dolor, de un dolor profundo, lastimoso, eterno. Has muerto entre mis brazos o
por mis brazos, fue mi fuerza que acabo con tu hálito de vida o fue que llegue
tarde. La casa ya no es más, ni el sillón, ni el cuarto vacío, ni este nuestro
mundo sin tu presencia.
*Elan Aguilar (1º-sep). Escritor, cuentista, poeta y guionista morelense.
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