miércoles, 15 de agosto de 2012

Dalí



Muchos perros se llaman Ulises. Pero el perro de Ulises ¿cómo se llamaba?

Se llamaba Argo. Esperó a su amo en condiciones menos confortables que Penélope. Siempre prudente, el rey de Ítaca, cuando llegó por fin a su isla, con la complicidad de Atenea, era irreconocible. Y , sin embargo, Argo lo reconoció.

“…, ausente su dueño, yacía despreciado sobre un cerro de estiércol de mulas y bueyes que habían derramado ante el porche hasta tanto viniesen los siervos y abonasen con ello el extenso jardín. En tal guisa de miseria cuajado se hallaba el can Argo; con todo, bien a Ulises notó que hacia él se acercaba y, al punto, coleando dejó las orejas caer, mas no tuvo fuerzas ya para alzarse y llegar a su amo. Éste al verlo desvió su mirada, enjugóse una lágrima…”

Poseidón, con el espíritu vindicativo que les conocemos a los dioses, en vano se encarnizó con Ulises. Pero arrancarle una lágrima sólo le fue concedido a su viejo perro.